Desde La Estaca



“Blues” es una canción tan triste que casi nunca será oída por los receptores de Yeyo. Hay peores casos, como cuando uno escucha una canción y no recuerda su nombre por estar borracho o pensando en faldas de parque. Tanta postmitografía brutal lo es sin duda la terca y noedulcorada opus del mayormente conocido La Estaca. El tipo se las trae a pesar de que las primeras 5 veces que escuche Vacanería juro que no le veía la línea que me pasaba de largo. Eso ocurre con algunas cosas de la vida de las cosas en el ars, un papeleo Kafkiano a punto de arder (supuestamente), profetas del aguardiente para la pista del bar y el guerreo inmundo desde las tripas de la noir.

Burla el confort de arlequines improvistos cual Waits o Favio; metamorfea lagartos ácidos, gamberros gauchos del canon brujo; despreocupa elementos kitsch al rango de simbolizar el postpaisaje after Terror; el tipo es una caravana de cuero hospedando paciencias del pasado biológico: en este apartado citamos al “Pececito Amarillo” (para muchos su magnum opus), suerte de réquiem para dicho animal: “mi pececito de color amarillo/ dime quién te ha quitado tu brillo?” , ese comienzo imprudente a niveles metafísicos atestigua un empalme críptico equiparable a cualquier profecía de chamán herido por arenas desérticas. “al lado de toda maldad hay un río en el que puedes tú nadar”, es un asunto recurrente en las letras del Yeyo, ese binomio de humanidad que escapa de la masacre del caos en que ocurren los seres perecederos, a su tiempo el verso “sabes que soy como un dios cuando me pides dolor” (Fiesta Infernal) recupera esos mismos barruntos anti superioridad tiránica, anti ley que siempre ha fabricado desde su rebeldía primigenia el Rock n’ Roll.

El diablo y sus congéneres están desde los pigmentados guitarreos de caminos, del desolado sur gringo, pasa por Helter Skelter, Altamont y sus ángeles del infierno, eleva una pendiente en una casa de sábado negro, hoteles californianos y el etcétera no acaba de comenzar. “I’m blackman” (a quién el dulce pueblo le añadió un coro góspel de “yes yes you are”) es estos mismos terrores, junto con la citada “Fiesta Infernal”, “el Chamán” (o como la llame) apelan al rango telúrico de bilis y cuneta, ciudad distorsionada por el tridente de fuego, el edonismo, y el bourbon chillando descarrilado: sexo, drogas & Rock n’ Roll: “te invito a pasar al sexy car” (Vacanería); “sabes que puedo estallar cuando me suelo excitar (Fiesta Infernal); “qué es lo que tú quieres nena, que yo rompa esa puerta” (Nena). En ese último no solo el gozo carnal se suplanta a la petición, el transarcos (como lo llama Jifert) perfuma la enramada cuál ruptura de velos egipcios, conquista de espejos, maridajes de opuestos, doors of Blake and Huxley breaking through el otro mismo nuestro del aquelarre dual, cósmico (supuesto).

Él sema del amour condenado está hiperóptico en las epopeyas de calzada del citado. Cualquier romance con un pirata es menor a la empresa de la isla tortuga o el negro en la bandera. “dónde está mi amor?”(El Chamán).

“es mejor que esperar a la muerte y al petróleo
y asesinar pavos salvajes
y esperar que el mundo comience,
muy bien, atorrante, dijo ella,
vete.

¿qué? dije yo.
afuera. has dicho tu última fanfarronada.
estoy cansada de tus malditas fanfarronadas:
siempre actúas como un
personaje
de una pieza de O'Neill.

pero yo soy diferente, nena,
no puedo cambiar.

eres diferente, ¡muy bien!
¡Dios, qué diferente
no golpees la puerta
cuando salgas.

pero, nena, yo amo tu
dinero!

ni una vez has dicho
que me amabas a mí!

¿qué quieres
un mentiroso o
un amante?
no eres ni lo uno ni lo otro,
¡afuera, vago, afuera!

¡... pero, nena!

¡vuelve a O'Neill!

caminé hacia la puerta,
la cerré suavemente y me fui
pensando: todo lo que ellos quieren
es un indio de madera
que dice sí y no
y se para cerca del fuego (…)”

Eso lo dice Bukowski que es todo lo que siempre dice Bukowski y el fuego. La Estaca se entiende desde algunos aspectos de esta fuente de fuerza. El humor malsano, malgemido por la tiranía del sereno. El hollín en la guitarra o en la garganta de Yeyo siempre fue nuestro presente, precario ( a voz de Cortázar). Más ebrio que vivo siempre se ve el fantasma de Yeyo en los adoquines coloniales, representando la costra social de los que antenan la caída.

“Busca tu sombrero/busca tu sombrero/ esta noche hay duelo/ esta noche hay duelo”, este western (suena de puta madre con armónica [“el saxo de los pobres”: Kike Sparrow]) homenaje al mejor Morricone, mix por momentos con un caballo de power metal, desafía el arsenal predictivo de la lógica en las muestras sonoras del señor Yeyo, y es aquí donde muchos desafinan en olvidar, ese facto insólito es el ingenio y es indubitablemente la materia por la cual se rige este ente seudo anacrónico. El se burla de nuestros conceptos del rockstar arrastrándolo al estadio primal de donde las nébulas crean faroles de poder. El mejor arte es menos tema que forma, esa tradición al crudo que acaso lo Punk 70s, Indie 80s, Grunge 90s, los retros 2000s, van respondiendo, es el eterno neoclasicismo adobando nuevas parcas al concierto. “mi mente es como de brujo/ juagando al vicio del amor/ así es mejor/ en Rock n’ Roll/ Vacanería….”

Comments

Anonymous said…
I was here. Lo que escribes me hace sentir bruta. Ya entiendo lo de salvable. Tengo que apartar un dia de mi semana para leer y otro dia para comprender. Un beso. 'Y'
Anonymous said…
thanx Y, always cute

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