sol trunco



Las llaves le pesan a un Pedro sinceramente dividido en tres. Los gallos auspician un dionisio de paloma. San Santiago y San Juan ven sangre hacer pozos. Esta historia no es más el Tigris y Éufrates de Tiamat que un chorrazo de noche haciéndonos ovejas enfermas. En la obra de bilis de Frank Barnett (por algunos lados conocido como Chuky la Peste) no es presente ahondar sus tenebrismos erógenos sin los demonios góticos que gozan el pasto de los pecadores. Miel salvaje pero miel al fin, teleología que no es solo fauve en zoología mítica. No es solo una cerca al art brut pero se flirtea con ímpetu el derelictismo de las frutas del jardín primero, y con vacas.

Y ese objeto que es la casa de los pitufos, el instrumento séxico del chivo de fuego empluma de pastoriles hazañas la ciudad, el lucy in the sky with flies en el tendedero de carnes, donde caga el perro dentro del abismo. Su bestiario de fórmulas harto no convencionales prefigura un asfalto muy marcado. Lo calavéreo under con elefantes, ele, fantos; tíos que vemos causar raquiña en la carne.

Hay una ballena enorme que maldita la humanidad, ese ser es blanco hueso o perla, nos traga con sus proporciones humildes. Tiempo de entender la “humanidad” en Chuky a picotazo: primero lo primero, hay un cuadro cuyo nombre no poseo (así, es mejor) que es su jardín de las delicias. Ya les comentaba que el lleva sus frutas (aguacates); sus pathos; sus sonogramas de lapicero y manila; sus gente rata, muy rata; aperrados; distópicos trompóideos sin tercer ojo ni garantía de juicio; sus payasos saliendo de las dimensiones del encuadre, la pose, la manera de su intención, el tiempo es un equilibrio protervo. Este cuadro está lleno de carros, a lo Karmadavis, o los zumbis de principios de los 90s, hay cerdos, cuervos, chivos, perros, jabalíes, osos, abanicos, motoconchos, pingüinos, un cepillo, y claro, elefantes. Dicho esto, sabémoslo como su jardín, ungímoslo con el vinagre adecuado y voilá.

En el delirio solo hay poiesis, el logos es una flecha muy vasta de limar. El señor en asunto sabe darnos naturaleza, la misma es replicada por una intuición averbal, eso hermanos en tinta, es el locus del ars, al menos en algunos recodos de las prédicas babilónicas. Desmembrar un dragón (para variar), crear un reino vástago de un traidor (Kingú, Caín, potato, petete), elevar el marco de conocimiento al pico duarte anegado, de un lado la traidora bandera y del otro una cruz embalsamada de hongos. El prócer malhumorado brilla como un oro, en sus enaguas tiburones de Blades.

En su homenaje a Toulouse Lautrec encontramos las ranas que se divulgan opiósamente por su opus. Ese verde metálico y truncado, el rouge baño de cabaret flusheando el inodoro sincero que siempre ha sido la boheme francesa. El Circo de la cosa vida noctambula ejercitando el trapecista, sus animales. El giro del campeón del trago después del trago. No conozco pintor que no aprecie un poco de valle de vacas lisérgicas, acuse de cambio, distinguir alguna vaca muumente a los ojos.

No hay forma de entender un desierto sin un cactus, camello, pirámide. Ergo no hay forma de entender la letrinología de santo domingo sin el pulso criminal de un pincel de barco ebrio. El margen del malecón vidriado en salitre y camas de cartón. El Gazcue es arte de los almendros modernos, cucarachas de placenta. Ah, y la zona, un ruego de adoquines que quiere separarse de la ciudad nueva, la estrelleta, el renglón del perico sin canto, hígados explotando en el Billini. Palomitos haciendo la playa montecina en mosto de católicos polacos. No hay forma de blindar el humo de la noche sin una oveja mirándote demasiado fuerte las estrellas.



Comments

mcz said…
Soy fan inmediato de ese último párrafo...
Anonymous said…
Uno se queda desde la otredad de dimensión conocida, pero que al fin y al cabo no es esta, ni la segunda o tercera, la cuarte esta despostillada, pero en esa otredad el rouge y los cerditos cantan para ti, y tú te encuentras hablando de una peste que en cuadros se expresa a contra de cualquier posibilidad en bares y tugurios, pero vengo y te leo a ti y una peste me invade los sentidos y fue porque tú hablaste de él.

E.L.

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