MÉTODOS DEL METAL FATUO



MONSIEUR LE REVENANT

Todo comenzó viendo televisión hasta la medianoche, en uno de esos canales por cable que sólo pasan películas de terror de bajo presupuesto. Luego vinieron el desasosiego y los bares de mala muerte, las borracheras vertiginosas y las cofradías siniestras de la madrugada. Por eso perdí mi trabajo, porque dormía de día hasta resucitaren la noche, insomne y hambriento.

No es fácil convertirse en un trasnochador cuando toda la vida has disfrutado del sol y de los horarios comerciales, pero la noche tiene sus propias leyes y también sus negocios. Así caí en aquella mafia de hombres decadentes y mujeres fatales. Malditos sean.

Siempre regreso temeroso de las primeras luces del alba para desmoronarme en la cama, donde despierto anochecido y avergonzado sobre vómitos coagulados. Tengo mala cara. Me veo en el espejo y me provoca llorar. Lo del espejo es mentira. Lo de los crucifijos también.




MONSIEUR LE REVENANT es uno de los cuentos de eje en el compendio Ajuar Funerario (2004) del escritor nacido en Perú, Fernando Iwasaki. Revenant: de 1827, del francés revenant (fem. revenante), sustantivo usado en prensente participio de revenir “regresar en ingles”. ( http://www.etymonline.com/index.php?search=revenant). Sinónimo de fantasma o espíritu, recreo desde casi siempre entre las emanaciones de la etimología. El texto da lugar a la combinación “Monsieur”: señor. En concreto, puede traducirse, si nos permitimos tal aforismo, en “señor el que regresa” o simplemente “el señor que regresa”.

Ahora vienen los compendios que hacen sazón al porqué es un cuento de eje. 1- el humor negro: un prota que de alguna forma es arrastrado por las pelis de miedo chatarra hasta los horarios de media noche, lo cual incide en la torsión de la tuerca de su modus operandi. Dónde está el humor?, la vida en lo actual, exosimbólicamente televisión, metamorfea al actante a sucumbir a esa “mala vida”, ese Doppelgänger dionisíaco que contraataca la cara del velo de maya del mayestático Apolo. El vacío de las situaciones clisés de pelis de bar y negrura alcoholizada. El vacío de la triste batalla entre lo cotidiano y lo extra real, inoculando la regla de la vida por la regla de la burla. La regla del chiste blanco por los límites de la mort.

2- Vampírico o vampiro: el hambre, guiñando aquella epopeya de Bowie, es la misma dinámica del sexo y los placeres que zanjan todx. La aniquilación del espacio de 8 horas de rutina laboral se interrumpe en el sobrenatural espectáculo de la tv, sensación extrema, camino al derranged de la mafia, los tugurios, los nexos de la autoexterminación. “Por eso perdí mi trabajo”, de igual forma el tremendo sistema da paso al vapor del eros: “la noche tiene sus propias leyes”: las mismas quiebran la tiranía del astro Ra, Amaterasu, el sol que legó a “Manco Cápac el varón y Mama Ocllo, su esposa y hermana; les entregó un bastón de oro y les ordenó ir por el mundo para civilizar a los pobladores. Les encargó fundar una tribu, e implantar en ésta, el culto al dios sol.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_incaico#Los_or.C3.ADgenes_m.C3.ADticos)

“Lo del espejo es mentira. Lo de los crucifijos también.” Colofón del texto, pienso es directo empalme para con la sustantificación de los pormenores que nos faltaban a lugar de poner el orden taxofijativo, y a la vez burdo, de que se habla tanto de un vampiro, espectro análogo al deviant, como de la vampirización del contemporáneo mediante las huestes del espectáculo, la monotonía, y el eros de la acumulación indiscriminada de “órdenes” y reglamentos solares.

El señor espectro alcanza su dualismo de burla con la natura de los hematófagos: antropófagos, los que se alimentan del calor de la savia sapiens de los caminantes diurnos. Los vampiros alcanzan su “profanación” en todo el orden antioccidente, anticristiano, antiimperial. Tomado cual símbolo de la mentira, la risa sacrílega.

Es de orden articular un ápice de las ofrendas votivas que conforman este compilado macabro. Los osarios se han llenado de envidia después de una publicación con esta contundencia. El hilo conductor de lo grotesco, mortecino, de jema encallada en la pudrición del cruce de caminos: Ludos/morte: el cual se entabla, se mastica sobre la mesa que lo soporta todo.

Otros pormenores del ajuar es la interconección tipo mandelbrótica como en “ANIMUS, FINIBUS” donde se lee que la persona religada, un monseñor, lee un manunscrito del hereje Prisciliano, torturado y condenado a que su cabeza ruede, y de cómo el prota se suicida después de saber que los teólogos que lo condenaron alcanzaron la locura, ese locus fuera de todo locus. Entonces la casuística borgeana laberinta la Matrioska, cosa vista también en KRUSZWICY, 834 d.C.:

“Debo dejar esta carta en la urna de la mano incorrupta de Santa Blandina ermitaña, dentro del cofre de las sagradas reliquias”

y/o EL HORROR EN LOS SUEÑOS:

“Con los años aquel hombre ha cambiado muchas veces de rostro, espantándome de nuevo con su horror antiguo. Otra pesadilla es la de la mujer que se ríe bajo la máscara china”.

El envasado llena pústulas que forjan el trastabilleo humano entre el desconcierto y las efigies de su pavor. El rumbo hacia la convergencia en lo bestia. El caos creador se hace ensayo en los fractales ponzoñosos de la textura del Ajuar.

A punto de prólogo, la tesis no desarrollada nos haría delirar por chicas de parador, estupro del logos de niños colmillos de leche, albañilería gótica, así mismo como el urobórico renglón del tesoro puesto para la salida del calvario del más allá tan: “DEL DICCIONARIO INFERNAL DEL PADRE PLANCY: «Gomory: Poderoso duque de los infiernos que toma la forma de una mujer hermosa, con una corona ducal sobre la cabeza y montada en un caballo que jamás pisa elsuelo.” Esos delirios de llanto alegre, modernitud/enclaustrada, propensan a pensar el agrio desplante de las fuerzas de la sombra. El Ajuar de Iwasaki no comienza a repetir la postestructura de las dinámicas retenidas en nuestro fantasma interior, si no también, que puede apostar al encuentro de la muerte de todos los relatos de Lyotard, o las perforaciones de las líneas de comando de Foucault, y llenarlos de gracia.

La falencia tempórea es un animal hambriento despertando en cada microtexto. Un todo vitral coreando su ascética ficción. El asunto es de animal de caza, y todo esto son el cóncavo de la pertinente fábula gore que es el Ajuar. De plano la literatura se vuelve el apetito, el lector se vuelve el barrunto del misterio, uno se simboliza en el grimorio, ejecuta el hechizo, y exhala de su propio cuerpo.

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